Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas

El Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCERL) es un documento elaborado por el Consejo de Europa en el año 2001 con varios objetivos. Por un lado, aspira a unificar la enseñanza de idiomas en toda Europa, estando, por tanto, por encima de los diferentes sistemas educativos de los países europeos. Por otro lado, pretende ser una referencia sólida para el reconocimiento internacional de exámenes y certificados. Finalmente, procura fomentar la cooperación y coordinación entre países e instituciones.

A lo largo de sus nueve capítulos, el documento trata diferentes aspectos, como el enfoque orientado a la acción, los niveles de referencia, las competencias, el proceso de aprendizaje y enseñanza de lenguas extranjeras, las tareas, el plurilingüismo o la evaluación. De todos ellos, considero especialmente interesante, especialmente para nuestras futuras clases de lengua extranjera, el enfoque orientado a la acción.

Si tomamos como punto de partida las necesidades de los ciudadanos europeos, dos de los principales desafíos que surgen es cómo conseguir una mayor unidad entre ellos y cómo conseguir que cada persona sea capaz de desenvolverse en una situación concreta en una lengua extranjera. El MCERL concibe a las personas y, más concretamente, a los alumnos y alumnas de una lengua extranjera, como “agentes sociales”, es decir, como personas que llevan a cabo tareas en contextos diferentes. Nuestro compromiso como profesores es, por tanto, preparar a nuestros alumnos y alumnas como futuros agentes sociales.

El enfoque orientado a la acción es muy apropiado en las clases de idiomas por varias razones. En primer lugar, es el enfoque con más capacidad de aplicación en la vida real, pues plantea el aula de idiomas como un espacio de inmersión total. Además, este planteamiento implica la concepción del alumno como centro del proceso de aprendizaje, un aprendizaje que, por su parte, es más autónomo y significativo que nunca. Por último, todo lo anterior propicia un ambiente de motivación mayor.

Lo primero que debe de tener en cuenta un profesor de idiomas para implementar el enfoque orientado a la acción en el aula son las necesidades básicas de sus estudiantes. Satisfacer, pues, estas necesidades básicas se convierte en el fin del proceso de enseñanza-aprendizaje, pero también en el medio.

La mejor forma de llevar este enfoque orientado a la acción a la clase de idiomas es mediante proyectos. Los proyectos reproducen el contexto real determinado en el que el estudiante, entendido como agente social, ha de actuar o hacer. Los proyectos, al contrario que las típicas simulaciones de la clase de idiomas (simular una llamada telefónica o dramatizar una escena en un restaurante), son más globales y contextualizados, haciendo más significativo el proceso de aprendizaje. No solo se aprenden los contenidos establecidos en el currículo, sino que se aprenden contenidos propios de la vida real y se desarrollan todo tipo de competencias, no solo las comunicativas. La adquisición de los contenidos del currículo (lo que tradicionalmente entendemos como gramática o vocabulario) no es ni el punto central, ni el objetivo principal. El objetivo principal es, más bien, la realización del proyecto, es decir, la consecución de la tarea. En otras palabras, no se trata de saber comunicarse (en el sentido más estricto) en otro contexto, sino que se trata de tener la capacidad de desenvolverse (vivir, hacer cosas) e interactuar en ese contexto.

Con respecto a esto, surge un concepto realmente importante para una correcta implementación del enfoque orientado a la acción: la transversalidad. Gracias a los proyectos, además de aprender contenidos y competencias lingüísticas, los estudiantes aprenden contenidos y competencias transversales (competencias digital o sociocultural, valores...). Precisamente es esto lo que da sentido completo al proyecto y lo convierte en la metodología más óptima para simular ese escenario real en el que los estudiantes, como agentes sociales, tienen que “hacer cosas”.

Por último, es importante recordar que en el enfoque orientado a la acción el papel del profesor es sustancialmente diferente a su papel tradicional. Ya no es un mero facilitador de conocimientos lingüísticos; es un guía, un recurso más que asiste al estudiante durante su proceso de aprendizaje.


En resumen, podemos decir que los estudiantes no aprenden un idioma para comunicarse sino para realizar tareas, hacer cosas, en otros contextos lingüísticos. Así pues, lo más sensato por parte de las instituciones y de los profesores es llevar estos contextos lingüísticos al aula de forma que el aprendizaje reproduzca a la perfección la realidad y, por tanto, sea completamente significativo y motivador.
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