La enseñanza de lenguas extranjeras en el presente modelo educativo, nacional y autonómico (Tema 2)
Son muchos los problemas a los que se enfrenta hoy en día un profesor de
idiomas en Educación Secundaria: los objetivos fijados tanto por la Unión
Europea como por el gobierno español, la edad y la madurez del alumnado, los
conocimientos que demandan las actuales condiciones del mercado laboral, las
nuevas tecnologías…
En mi opinión, de entre todos los problemas, uno de los más graves es la
necesidad de aprobar un examen externo. Si bien es cierto que este tipo de
exámenes garantizan resultados más estandarizados y justos (en el sentido de
que son iguales para todos los estudiantes de un país o, en el caso de España,
de una Comunidad Autónoma), las desventajas de las pruebas externas son
innumerables.
Por un lado, este tipo de pruebas suelen dejar fuera muchos contenidos y
muchas actitudes y habilidades, por lo que poco importa el resultado final si
han quedado tantas cuestiones de lado.
Además, estos exámenes suelen priorizar los contenidos memorísticos, sin
tener en cuenta otras habilidades de los alumnos como son la expresión oral, la
creatividad o la proactividad.
Por otro lado, este tipo de exámenes repercuten negativamente tanto en el
profesorado como en el alumnado por varias razones. En cuanto a los estudiantes
de Educación Secundaria en España, tienen que superar una prueba externa que
determina su futuro académico y profesional. Es lógico, pues, que en general se
genere estrés, temor o frustración en el alumnado, tanto antes como durante el
examen. Antes del examen, incluso durante todo el curso previo al examen, la
tensión y los nervios que generan dicha prueba afectan al rendimiento de los
estudiantes. También durante el examen los nervios y la ansiedad provocan
resultados más bajos.
Asimismo, el formato del examen y el tiempo para su realización condicionan
enormemente a los estudiantes. No todos los estudiantes tienen las mismas
capacidades ni habilidades y, mientras uno puede ser capaz de realizar el
examen en tiempo, otro puede necesitar más. De igual forma, algunos estudiantes
se expresan mejor de forma oral que escrita y viceversa. Las pruebas externas
suelen ser bastante rígidas en su forma y eso perjudica, sin duda, al alumnado
Por su parte, el profesorado también ha de sufrir las consecuencias de este
examen. Lo quiera o no, este examen pasa a ser el centro y el objetivo único
del proceso de aprendizaje; todo gira en torno a él, hay que enseñar para el
examen. Esto hace que no haya tiempo para dedicar a otros contenidos que no sean
los del examen, por muy necesarios que el docente los juzgue. Además, la
presión por la falta de tiempo hace que, inevitablemente, el profesor no pueda
individualizar ni atender a las necesidades más específicas de sus estudiantes.
Igualmente, los resultados de los estudiantes en los exámenes externos
constituyen a su vez un examen indirecto del profesor; los resultados de sus
estudiantes suponen el éxito o el fracaso de su actuación durante todo el
curso. Naturalmente, esta presión los acompañará durante todo el curso.
Así pues, considero que cualquier
sistema educativo debería prescindir de las pruebas externas. De hecho, países
punteros en educación como Finlandia, solo califican mediante las notas
obtenidas y el trabajo realizado durante el curso. Ahora bien, actualmente en
España, la legislación no contempla este escenario, por lo que debemos dar
propuestas de mejora. Antes de nada, las pruebas deberían tener un formato más
variado y flexible, de forma que todos los estilos de aprendizaje se vieran identificados
en él. Después, debería existir una mayor correspondencia entre los contenidos
del currículo con las exigencias de la prueba, de forma que no quedasen sin
evaluar competencias como, por ejemplo, la digital o la cívica. Asimismo, y
aunque la teoría esté muy presente, se debería insistir más en la adquisición
de la competencia emocional (autoestima, seguridad, gestión del estrés,
técnicas de relajación), necesaria ya no solo para hacer frente a una prueba
externa sin tensiones, sino para el futuro laboral y para la vida social de
cada estudiante.
En conclusión, considero que las pruebas externas son obstáculos en el
proceso educativo a todos los niveles. Para los estudiantes, no son más que
generadores de estrés y ansiedad. Para los profesores, impedimentos a la hora
de individualizar y atender a las necesidades de sus estudiantes. Si no se
eliminan, al menos se debería flexibilizar el formato y proponer pruebas más
acordes a todos los contenidos establecidos en el currículo, no solo a los conceptuales.
Comentarios
Publicar un comentario